Hace un año, el 3 de junio de 2012, publiqué un post dedicado a José Ángel Buesa, el ilustre poeta cubano, con una pequeña biografía y uno de sus poemas. Tambien comenté que me gustaban sus poémas y su estilo, muy romántico.
No se porqué hoy, cumplido el año, me vuelve a la memoria. Creo que debe influir la època. Esta primavera tan cambiante, que hace oscilar tanto mis estados de ánimo, llevándome del éxtasis de los dias soleados a la momentanea depresión, me ha sumido en una ligera tristeza interior, perfecto caldo de cultivo para acrecentar la necesidad de lecturas de ese tipo.
Hoy he seleccionado otro de sus poemas, Se deja de querer, y además he encontrado un video de Youtube, en el que Rafael Turia lo recita de manera magistral. Turia ha sido actor de teatro, cantante, ha trabajado en radio y en TV, y en doblajes de cine, y siempre se ha distinguido por su hermosa voz., que espero os emocione como a mi.
Viggo Mortensen en el papel de Freud en la película de David Gronenberg, Un método peligroso,
La fotografíaa de Viggo Mortensen viene a cuento por que el excelente actor tiene una mirada tan penetrante y tan concentrada que podría, perfectamente, estar pensando en el poema que os dedico a continuación.
Se deja de querer
Se deja de querer, y no se sabe
por qué se deja de querer:
Es como abrir la mano y encontrarla vacía,
y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue.
Se deja de querer, y es como un río
cuya corriente fresca ya no calma la sed;
como andar en otoño sobre las hojas secas,
y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer, y es como el ciego
que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren;
o como quien despierta recordando un camino,
pero ya sólo sabe que regresó por él.
Se deja de querer, como quien deja
de andar por una calle, sin razón, sin saber;
y es hallar un diamante brillando en el rocío,
y que, ya al recogerlo, se evapore también.
Se deja de querer, y es como un viaje
detenido en la sombra, sin seguir ni volver;
y es cortar una rosa para adornar la mesa,
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.
Se deja de querer, y es como un niño
que ve cómo naufragan sus barcos de papel;
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer, y es como el libro
que, aún abierto hoja a hoja, quedó a medio leer;
y es como la sortija que se quitó del dedo,
y sólo así supimos que se marcó en la piel.
Se deja de querer, y no se sabe
por qué se deja de querer...
Se deja de querer, y no se sabe
por qué se deja de querer:
Es como abrir la mano y encontrarla vacía,
y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue.
Se deja de querer, y es como un río
cuya corriente fresca ya no calma la sed;
como andar en otoño sobre las hojas secas,
y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer, y es como el ciego
que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren;
o como quien despierta recordando un camino,
pero ya sólo sabe que regresó por él.
Se deja de querer, como quien deja
de andar por una calle, sin razón, sin saber;
y es hallar un diamante brillando en el rocío,
y que, ya al recogerlo, se evapore también.
Se deja de querer, y es como un viaje
detenido en la sombra, sin seguir ni volver;
y es cortar una rosa para adornar la mesa,
y que el viento deshoje la rosa en el mantel.
Se deja de querer, y es como un niño
que ve cómo naufragan sus barcos de papel;
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer, y es como el libro
que, aún abierto hoja a hoja, quedó a medio leer;
y es como la sortija que se quitó del dedo,
y sólo así supimos que se marcó en la piel.
Se deja de querer, y no se sabe
por qué se deja de querer...
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