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lunes, 13 de agosto de 2012

Tres días en Marrakech. Tercer día y Final


El 11 de febrero de 2007, era el último día de nuestra estancia en Marrakech, y teniamos que dedicarlo a visitar los monumentos más emblemáticos de la ciudad.

El Museo de Arte Contemporáneo de Marrakech. Conocido como Palacio Mnebhi, la magnífica residencia que fue construida hacia finales del siglo XIX.

La Medersa Ali Ben Youssef, situada junto a la mezquita más antigua de Marrakech, la Medersa llegó a ser la escuela coránica más grande de Marruecos y la más afamada de todo el Magreb.

La Cúpula Almorávide ó  Koubba Barudiyne.  Esta bella cúpula con su fuente de ablución es el único vestigio de la dinastía almorávide, fundadora de Marrakech.

El Palacio de la Bahia. La construcción del Palacio de la Bahia fue encargada por Ahmed ben Moussa, hombre influyente, hábil y poderoso, que fue visir (el cargo más alto luego del monarca) del sultán Abdelaziz a finales del siglo XIX. Se dice que el suntuoso palacio "de la bella" habría sido dedicado por el visir a una de sus favoritas.

Palacio El Badi. Cinco meses después de su victoria sobre las tropas portuguesas en la batalla de los Tres Reyes el 4 de agosto de 1578, el sultán saadí Ahmed al-Mansur Ed-Dahbi (El Dorado) emprendió la construcción de un palacio dedicado a las grandes recepciones y audiencias reales. El palacio más fastuoso jamás imaginado fue totalmente desmantelado y hoy sólo quedan sus muros desnudos gastados por el tiempo sobre los que anidan las cigüeñas.

Con este programa empezamos la mañana. Teniamos tiempo hasta la media tarde, en la que debíamos marchar al Aeropuetro de la Menara para regresar a Madrid.

En  la Plaza de Djemaa el Fna, se me ocurrió preguntar a un viandante el camino a seguir para llegar al Museo y a  la Medersa. Había que atravesar todo el Souk y no era cuestión de perder el tiempo. El señor, vestido a la europea, de unos cuarenta años y amabilísimo. En un francés impecable, además entendía el español, nos pidió que les acompañáramos, pues iba en la misma dirección, y nos llevó hasta la puerta del Museo, atravesando calles, callejuelas y plazas, como un laberinto, realmente difícil de encontrar, por lo que le quedamos muy agradecidos.

Expondré ahora un colección de fotografías con algunas notas añadidas sobre los monumentos en cuestión. Parte de la información y algunos textos obtenidos de la página www.mundocity.com.

 Escultura en el Hall de acceso al Museo de Arte Contemporáneo de Marrakech.



 Varias pinturas de pintores de marroquíes




 Varias vistas de la Sala Central del Museo.
 
Los trabajos de restauración del palacio supusieron cambios sustanciales en las dependencias del edificio; así, las antiguas cocinas (douirias) se transformaron en salas de exposición de arte contemporáneo, al igual que el hammam(los baños de vapor) albergan colecciones temporales. Las antiguas caballerizas fueron adaptadas para la administración, las boleterías, una librería tienda de recuerdos, un agradable salón de té donde se puede degustar un té de menta al tiempo que apreciar obras de artistas jóvenes. El patio central fue cubierto y es utilizado para conferencias, conciertos y otras manifestaciones culturales y las habitaciones que lo rodean albergan las exposiciones relativas al patrimonio cultural marroquí.

 Sala con tàpices y alfombras. Algunas con diseños muy antiguos y preciosos del arte de los bereberes.

 Enorme lámpara de la Sala Central.

 Techos con madera de cedro barnizada, formando maravillosos taraceados.

Detalle decorativo en uno de los salones.
Las colecciones del Museo de Marrakech son testimonios de la historia de Marruecos y están agrupadas en los siguientes conjuntos:

 - Arte contemporáneo: reune un importante número de obras de artistas marroquíes, ilustrando el largo proceso de crecimiento de los distintos géneros creativos.

- Objetos arqueológicos: esencialmente monedas islámicas que reflejan la historia numismática de Marruecos, desde el siglo VIII al XX.

- Objetos etnográficos: que incluye cerámicas (destacan más de 200 piezas de cerámica de Fes y una treintena de piezas de Safi de los más destacados maestros ceramistas); objetos de tierra cocida finamente decorados provenientes del Rif y el Atlas; joyas (brazaletes, collares, pendientes, adornos pectorales, a menudo realizados en plata y piedras preciosas y semi-preciosas); armas tradicionales (que con frecuencia constituían parte del atuendo y los adornos masculinos tales como los puñales kumiya y sboula, así como fusiles y sables); vestimentas (clasificadas en ciudadanas y rurales); objetos de culto judaico (ornamentos para el Thora, lámparas de aceite, candelabros, vasos, quema-perfumes, y tantos otros objetos que dan una idea del patrimonio religioso judío); y finalmente, mobiliario arquitectural, tales como puertas y dinteles de madera.

- Documentos históricos: compuestos por grabados originales realizados por dibujantes y viajeros extranjeros entre el siglo XVI y el XX, y caligrafías que datan del siglo IX al XIX, realizadas por generaciones de artistas desde la India e Irán a Marruecos y Andalucía.

La Medersa de Ali Ben Youssef es uno de los monumentos más prestigiosos de Marrakech y una verdadera joya de la arquitectura árabo-andalusí. Edificada en la segunda mitad del siglo XVI sobre una antigua escuela creada en el siglo XIV, será hasta mediados del siglo XX centro de difusión del saber y luego patrimonio cultural abierto al público.

Sobre el dintel de la puerta de entrada puede leerse una inscripción que dice: "He sido edificada para las ciencias y la oración por el Príncipe de los Creyentes, descendiente de los profetas, Abdellah, el más glorioso de los Califas. Ora por él, tú que cruzas mi puerta, a fin de que sus esperanzas más altas sean concedidas." Esta frase y la inscripción del año de finalización ,1565, permiten atribuir la construcción de la medersa al sultán saadí Abdellah El Ghalib. 

El gran patio con piso de mármol blanco, cuya fuente central aporta la cuota de serenidad necesaria a un espacio creado para el estudio y la meditación.

 Detalle arquitectónico en el que se aprecian los materiales utilizados: Mosaicos, yeso,  mármol y madera tallada.



Detalles arquitectónicos.



 

A un lado y otro del patio, en la planta baja y el primer piso, se distribuyen las 132 habitaciones que fueran ocupadas por los estudiantes. La popularidad de la escuela fue tal que en sus mejores tiempos llegó a albergar 900 alumnos.





Varias fotos del patio con las distintas fachadas.



La Cúpula Almorávide o Koubba Barudiyne es un monumento de gran valor para la ciudad de Marrakech, no sólo por su antigüedad sino porque constituye además una muestra de las técnicas avanzadas empleadas en la época para aprovisionar de agua a la ciudad,

La Koubba data del siglo XI y fue construida por el segundo rey almorávide, Ali Ben Yussef. Su madre era cristiana y por ese motivo había pasado parte de su vida en Andalucía, por lo cual no sorprende que haya introducido el arte y la cultura andaluza en Marruecos. Aunque al parecer impulsó ampliamente la construcción en la ciudad, no quedó nada de sus obras arquitectónicas, arrasadas por los almohades que invadieron a mediados del siglo XII; sólo la cúpula, que fue hallada y restaurada varios siglos después.




 Detalle del interior de la cúpula.


La construcción del Palacio de la Bahia fue encargada por el Visir Ahmed ben Moussa, a partir de una antigua residencia, que fuera propiedad de su padre, y apropiándose de un conjunto de casas adyacentes, el visir encargó el trabajo de diseño y construcción de su palacio al arquitecto marroquí Muhammad al-Mekki. Las obras se prolongaron durante 6 años, desde 1894 a 1900, durante los cuales los mejores artesanos y obreros de todo el país trabajaron sin interrupción.

El palacio tiene 160 habitaciones, dispuestas en una sola planta y a un mismo nivel; el visir tenía problemas de movilidad debido a su obesidad. Habiendo surgido de la reunión de diversos inmuebles, el conjunto palaciego dio como resultado una sucesión, que puede parecer desordenada, de pequeños patios, jardines, salones y dependencias en los que no es difícil perderse sin un guía. El denominador común es una decoración exquisita, típica de la arquitectura marroquí, que alcanza sus puntos culminantes en las dependencias donde el visir recibía visitas oficiales. En torno al palacio, las 8 hectáreas de parque son un verdadero remanso en medio de la medina.

Paseo desde la entrada al Palacio de la Bahia




Varias fotos de los jardines que rodean el palacio. Como habíamos recorrido una distancia considerable desde  el lugar de las anteriores visitas, nos sentamos un rato a descansar.

 Ana, ya cansada de tanto monumento.



Es increible el trabajo realizado en los techos de todas las habitaciones.




Varios detalles de patios interiores y fuentes.





Se pueden visitar algunos de los pequeños patios interiores que dan paso a salas donde Moussa recibía a los gobernantes y embajadores, tales como la Sala del Consejo, donde resalta especialmente el cielorraso pintado, u otras que fueron sus apartamentos privados. Más tarde, en estas salas fueron instaladas las oficinas del mariscal Lyautey, en tiempos del protectorado francés en Marruecos. Lo que explicaría el magnífico estado del Palacio de la Bahía.

Las obras del Palacio El Badi comenzaron en el año 1578, prolongándose hasta 1594, y ciertos trabajos no fueron se acabados hasta el 1603. El impresionante conjunto palaciego constaba de 360 habitaciones dispuestas en grandes pabellones en torno a un patio central: El Pabellón de Cristal, el Pabellón de Audiencias, el Pabellón Verde y el Pabellón del Heliotropo. En el enorme patio de 135 por 110 metros se había instalado un estanque de 90 por 20 metros con una hermosa fuente. Otros estanques marcaban las esquinas del patio.

La grandiosidad del palacio destacaba aún más por la abundancia y riqueza de la decoración: el lujo reinaba por doquier y abundaban los materiales preciosos como el ónix, el jaspe y el oro, este último proveniente de Sudán, al que Al-Mansur había conquistado recientemente. Las columnas eran de mármol de Carrara, que aparentemente el sultán habría canjeado a comerciantes italianos por su peso equivalente en azúcar de caña. Tal vez hubo en ello un mensaje visual: el gran sultán transformando el azúcar en blanco mármol. Los artesanos llegaban de todas partes para embellecer los cielorrasos de estucos y maderas finamente talladas Esta profusión en la ornamentación dió al palacio el apodo de El Badi, "El incomparable".

 Más allá de las anécdotas, en la historia de Marruecos diferentes dinastías se sucedieron y cada una estableció la capital del imperio en la ciudad de su preferencia. Marrakech fue la ciudad elegida por los saadíes, pero cuando la dinastía alauita llegó al poder, el sultán Moulay Ismail decidió borrar de Marrakech todo vestigio de la dinastía precedente (sólo las Tumbas Sadies se salvaron por su temor al sacrilegio) y así fue como mandó desmantelar el palacio para construir la ciudad imperial de Meknes, establecida como nueva capital del imperio en 1675.










Varias fotografías de los restos del Palacio El Badí, ahora utilizado por las cigüeñas. Lamentable y dificil de comprender la demolición voluntaria de edificios como el Palacio El Badi, por motivos, cuanto menos, innobles.

Llegados a este punto, estabamos muy cansados, física y píquícamente. Aturdidos por la grandeza del ser humano para crear obras como las que hemos podido disfrutar en estos tres dias, y anonadados por la bajeza y miseria moral para destruirlas, Aun asi, hay que celebrar que los alauitas mandaron repartir los restos del palacio por todo Marruecos, porque si no  lo habrian expoliado los de siempre, franceses, ingleses y alemanes, que muestran, muy ufanos, en sus museos lo que han conseguido por apropiación ilegítima.

Solo nos quedaba comprar unos dulces para los regalos a la vuelta, y descansar en Casa Lalla hasta la hora del vuelo.

Magnífica pasteleria, donde compramos la cajitas con dulces típicos.



 Ultimo vistazo a la Plaza de Djemaa el Fna.

Como es posible, para el hombre, identificarse en tan pocos días con una ciudad, sus gentes, y su idiosincracia. Un viaje corto pero espléndido. Me gustaría volver a Marrakech, una semana entera. ¡Dios dirá!

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