Hace unos dias, al atarceder, mientras tomamabamos unas cervezas en el bar-cafeteria La Esquina, en la mesa de al lado estaban dos caballeros hablando con un tercero, al que contaban que al día siguiente tenían planeado hacer una travesía en velero hasta Santa Pola y vuelta a Jávea, haciendo varias etapas. Detalles marineros aparte, que no pudimos evitar oir por la proximidad. Lo que realmente nos interesó fue escuchar que la primera etapa la harían hasta Altea, y que allí irian a cenar al restaurante Enrique en la playa de Albir, muy cerca de la marina de Altea, para degustar una de las mejores calderetas de toda la costa.
En el mapa he marcado la zona de El Albir, justo debajo de la marina de Altea.
A raiz de aquello, Ana y yo decidimos dedicar un dia para visitar Altea y esa zona y, naturalmente visitar Casa Enrique. Después de comprobar en internet la situación, la página del restaurante y toda suerte de información, el martes 16 llamamos para reservar, y ayer, a media mañana, salimos con el coche en un viaje tranquilo por la nacional N-332 con destino al Albir, que pertenece al municipio de Alfas del Pi.
Salimos hacia Benitachell y desde alli a Teulada donde nos incorparamos a la antigua carretera nacional. Atravesamos Benissa, Calpe y Altea. En total 45 km. Despues de aparcar cerca del restaurante, que está situado en la Av. de Oscar Esplá, en el limite entre Altea y el Albir, nos fuimos al paseo marítimo. Un dia muy caluroso nos obligó a sentarnos a la sombra en una terraza haciendo tiempo hasta la hora de comer.
Playa de El Albir, al fondo Calpe y el Peñón de Ifach.
Ana en el paseo martimo de Altea.
Mi turno.
La vaca que está en toda España.
Mi turno.
La vaca que está en toda España.
A las dos en punto llegamos al restaurante donde teniamos una mesa resevada en el interior, con aire acondicionado. ¡Gracias a Dios!.
Restaurante Enrique
Joaqui, la hija de los propietarios, amabilísima, que había hablado con Ana cuando telefonéo para la reserva, nos recomendó que la caldereta era un plato más que suficiente para los dos y que no pidiéramos otros entrantes. De todas maneras, para la corta espera, nos sirvió una ración de quisquillas de la bahía. ¡Excelentes!. El vino que elegimos, Finca la Colina, verdejo, que conocemos bien. La carta de vinos es muy amplia y tiene de todo.
Nuestra esquina, gracias a Joaqui.
La mitad de las quisquillas de la bahía, que se parece al camarón canario.
Primera ración de caldereta.
Resto para la segunda y tercera ración.
Nuestra cara de felicidad nos delata.
La caldereta de rape y bogavante que nos sirvieron resultó magnífica y realmente excesiva para dos. Un bogavante, una gran cantidad de rape, almejas, gambas, y un caldo exquisito. Aparte un plato de arroz cocido, que ibamos mezclando con el caldo, muy bueno. No fuimos capaces de comernos todo el rape, y terminamos con unos helados de turrón, y vainilla para mi.
Habiamos pensado en quedarnos en la playa para descansar y neutralizar el efecto del vino, pero el calor era excesivo y a las 16:30 volvimos hacía Jávea por el mismo itinerario, en un placentero recorrido. El tráfico a esa hora era mínimo y llegamos enseguida a casa.
Despedida del Peñon de Ifach. Buena foto para una acuarela
Esa tarde mos quedamos en casa, haciendo la digestión, y yo, personalmente, me acosté temprano, antes de la medianoche. He dormido como un tronco, y esta mañana me encontraba en perfecto estado.
¡Viva la caldereta!
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