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lunes, 2 de abril de 2012

Tangos del almendro

Algún tiempo atrás, colocando papeles, encontré una carpeta con borradores, no manuscritos, porque hace mucho que no escribo a mano (ordenadores, impresoras, etc). En esa carpeta guardaba páginas sueltas que he ido escribiendo de tarde en tarde, una especie de diario, o borradores para una pequeña memoria. Todo ello sin continuidad, porque la escritura no es mi fuerte. Esta actividad suele ocurrir cuando el ambiente me oprime, cuando siento nostalgia, o tristeza. Entonces escribo unos párrafos que me ayudan a superarlo.

Una de la páginas que encontre, la publico ahora, porque al releerla volví a sentir escalofrios, lo mismo que al producirse el incidente, una tarde lluviosa de la primavera de 1990.


"La tarde estaba lluviosa y oscura, el ánimo decaido y sin ganas de hacer nada.  Tiempo para relajarse y pensar. Pero al no poder permanecer inactivo largo tiempo, como en otras tantas ocasiones, decidé oir música. El disco arrancó y sonaron los primeros compases del “Tango del almendro”, inmediatamente sentí la sangre acelerarse por mis venas. Cantaba la Lole:

           En las ramas de un almendro,
                                   en las ramas de un almendro,
                                   se casan dos gorriones
                                   una mañana de invierno.

                                   La novia viste un traje blanco
                                   como los lirios que tiene el campo.
                                   Y lleva el novio, y lleva el novio,
                                   un aroma en la boca de claveles rojos.......

Los acordes flamencos, magistrales, de Manuel herían el alma. Y la voz de Lole, extraordinaria, limpia y sensual, estaba viva, muy viva, y te contagiaba. Que sencillo era salir de la depresión. Siempre pensé si el efecto sería el mismo para otras personas, y si no lo era, ¿Como podríamos hacerles compartir esas sensaciones?. El lenguaje, a veces, tan rico en matices, no es suficiente para transmitir los sentimientos. Hay que complementarlo con los gestos. La mirada, la expresión de la cara, el brillo de los ojos. En ellos se adivina perfectamente el estado de ánimo.

Seguía Lole:
                                   Sueña la novia con una cama
                                   de hierba fresca de la mañana.
                                   Y sueña el novio, y sueña el novio,
                                   que la brisa le trae plumas de oro.

                                   Sobre las ramas del blanco almendro
                                   los gorriones cantan su sueño.
                                   La novia viste un traje blanco
                                   como los lirios que tiene el campo.
                                  Y lleva el novio, y lleva el novio,
                                  un aroma en la boca de claveles rojos......

Acabado el cante, apagué el aparato. Ahora, el silencio permitía que las sensaciones fueran extendiendose, llegando a la mente. Un campo verde, en primavera, de madrugada y muy temprano, rocio en las plantas, y a lo lejos en un camino, una muchacha, morena y muy bella, se acerca canturreando. “Sueña la novia con una cama....”

No se cuanto tiempo pasó. Al rato me llamó Ana.
-  Alfredo, ¿que estás haciendo?.
-  Nada, nada. Estaba solo oyendo música.
- ¿Quieres una cerveza?.
- Si, si. Ahora mismo voy.... "

Ahora os muestro la carátula del disco que escuchaba. ¡Maravillosa la Lole!


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